El pensamiento elíptico, fragmentario y disperso de Nicolás Gómez Dávila tiene en su centro una conciencia de la historia. El pasado inabarcable no es mera distracción del tedio, sino una presencia vital que permite pensar. En la lúcida determinación de rechazar los ideales de la modernidad, disecciona el cadáver frío del hombre moderno, encontrando las razones de la enfermedad. Su obra no tiene el propósito de hacer proselitismo político o ideológico, no hay pretensión de unir la etérea teoría con la decepcionante práctica. La obra es la vida de don Nicolás, práctica individual y concreta, testimonio de su pensamiento y, sobre todo, evidencia de que ha prestado sus oídos a las voces del pasado que lo compelen.
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