En el México emanado de la Revolución Mexicana se publicaron libros póstumos sobre los artistas Saturnino Herrán (1929), Abraham Ángel (1924) y José Guadalupe Posada (1930). De los tres, el último fue un gran acontecimiento porque presento de manera amplia, en formato grande, bien impreso y encuadernado, un libro con la obra del grabador popular. La edición fue impresa con las matrices originales pero fuera de su contexto original, esto es, sin la historia correspondiente a cada ilustración grabada. Los encargados que el editor Antonio Vanegas Arroyo solicito a Posada se publicaron como piezas independientes, por lo que cada imagen adquirió una dimensión particular que motivo decenas de interpretaciones, las cuales poco y nada tenían que ver con la petición original del editor y la idea del ilustrador.