Blas Coll y los colígrafos son un brillante homenaje que Montejo rinde a la herencia de las vanguardias evitando recaer en ellas y evitando -según la lógica de su prólogo a Algunas palabras- volverse reaccionario. Lo que el Montejo ortónimo excluye de su poesía en los heterónimos surge con la libertad que ofrece una escritura ilusoria, un breve instante carnavalesco en que el rostro ha sido substituido por una máscara evidente, por un no-yo, sea en la modalidad ensayística de Blas Coll o en la lírica de Tomás Linden, Lino Cervantes, Sergio Sandoval, Jorge Silvestre y Eduardo Polo, casi todos autores ya de volúmenes 'propios', 'editados' o prologados por Montejo.
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