La selección de estas cincuenta coplas se enlaza con los recuerdos de largas noches frente a una chimenea, en las cuales Manuel, ojos entornados, vaso en la mano izquierda, puño entrecerrado de la diestra, las iba desgranando poco a poco y de tanto escucharlas se fueron alojando en el recuerdo. Porque la vocación de la copla es volverse anónima, colectiva. Un día, al escuchar a un conductor decir una de sus coplas sin conocer al autor, Manuel escribió: “Ese día me supe pueblo”.