No he visto nunca a Fernando Charry Lara. Vivo a millares de kilómetros de donde el reside. Hay que atravesar ríos y mares y continentes para alcanzar la bella tierra hospitalaria donde se desarrolla su actividad de poeta y de hombre. Algunas tardes, sin embargo, cuando la noche amenaza con su presencia o su amor, yo he paseando con él, con sus primeros versos, bajo la solemne bóveda del cielo común (¿qué cielo no será común?), sabiendo que si a noche apuntaba, allí despuntaba el día, o la inversa, porque la noche y el día no son sino afectuosos extremos de un mismo cielo igualmente nos cubre con su perfecta unidad de vacilación.