
Isaac Newton (1642-1727), una de las mentes más extraordinarias de la Historia, considerado por muchos como uno de los padres de la ciencia moderna por sus trascendentales aportaciones a la física y a la matemática, fue en realidad mucho más que un científico. Su personalidad polifacética le llevó también a destacar como filósofo, político, alquimista y teólogo. Y, sin embargo, Newton, tan admirado, fue también un hombre como otro cualquiera: débil, limitado, necesitado, huérfano de cariño. No conoció a su padre, y su madre no quiso criarlo. El gran sabio apenas sintió el amor en toda su vida… Newton buscó como pudo la felicidad en este mundo. La buscó en la ciencia y en Dios.
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