
Francisco de Goya (1746-1828), el genial pintor que se adelantó a su tiempo, fue un incomprendido. Este aragonés universal, apasionado de indomable carácter, sincero, patriota, independiente y triunfador, terminó su dilatada vida en el exilio, casi olvidado, y desengañado de los caprichosos vaivenes de la fama y la política. Nos dejó una abundante y variadísima obra pictórica que abarca amables cartones para tapices costumbristas, insuperables retratos, extraños paisajes, cuadros religiosos y, especialmente, sus insólitos grabados (Los caprichos, la tauromaquia, los desastres y los disparates) y sus delirantes Pinturas Negras, que le convierten en un artista irrepetible y de gran influencia en el arte posterior.
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