Erasmo 'no es ni fanático ni triunfalista - afirma León Halkin, noble figura erasmiana del siglo XX -. En los conflictos religiosos su intención es siempre mediadora. No pretende crear una nueva Iglesia, entre Roma y la Reforma, sino que explora una tercera vía entre la Reforma y la Contrarreforma. Su posición es doblemente incómoda. Es sospechoso para los radicales de ambos campos. Los unos y los otros lo acusan de pusilánime cuando él querría suscitar una fuerza de diálogo y de apertura”.
Lo cierto es que la publicación del Elogio (1511), escrito “como bromeando” por Erasmo de Rotterdam (1466 o 1469-1536), le trajo al autor incontables problemas. Bajo el velo de la ironía se alzaba una obra agresiva contra todo lo que parecía muerto en el catolicismo; era un texto de combate en la circunstancia espiritual y política del holandés. El libro incluso fue calificado póstumamente, bajo el pontificado de Paulo IV, como herético de primera categoría. “Erasmo rompió los huevos y Lutero los revolvió”, rezaba un dicho de su tiempo. El propio Erasmo explicaba: “Quise aconsejar, no herir, obrar para el bien, no para insultar, esforzarme, pero no en contra del interés de la humanidad…”
ÍNDICE
Introducción
Dedicatoria
Habla la Locura