A mis hijos,
Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto: si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes.
Casi no se acordarán de mí y los más chiquitos no recordarán nada. Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios, estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier parte del mundo. Es la calidad más linda de un revolucionario.
Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía, un besos grandote y un gran abrazo de Papá.
ÍNDICE
Al lector
A manera de introducción: Nacimiento de una rebeldía
La Generación del Medio Siglo
Travesuras y Aventuras
San Carlos y la Cortisona
El naufragio y la victoria
El Paredón, la Economía y el Mundo
La búsqueda del Nuevo Hombre
La Revolución Continental
Los sueños sin frontera
¿Por qué Bolivia?
La Mano Negra Roja
El principio del fin
Una lucha en declive
¿Y en Bolivia, qué?
Pasión y muerte
Cómo nace un mito
Epitafios
Bibliografía mínima
Reconocimientos
Iconografía