Hay una determinada unidad entre la teoría y la práctica.
Reconocerla significa establecer que una consideración sólo ideal del mundo está a la vez al servicio de un tipo de práctica y que una práctica que pone todo su valor sólo en ella misma contiene sin embargo un tipo de teoría incapaz de explicitarse. Operar cambias en las ideas suponiendo que de ellos se deducen cambios efectivos en el mundo es la ilusión o el engaño de un idealismo que desemboca en el solipsismo y en la alucinación. Imponer que la práctica vaciada de teoría se basa a sí misma es asimilarla al utilitarismo y al pragmatismo egoísta o a los groseros perjuicios del “sentido común” o de la “sensatez”.
En esta breve y densa obra de Kant, teoría práctica son precisamente modos peculiares de la existencia humana que determinan cada uno por sí si propia correlación con el oro: lo bueno en la teoría ha de serlo también para la práctica, pues de lo contrario habrá que modificar la teoría; lo bueno para la práctica ha de serlo también en la teoría que necesariamente la funda.
Una clara sumatoria de todo el sistema Kantiano, que abrió la filosofía a la modernidad de los tiempos contemporáneos –que luego los paradigmas forzados del positivismo a ultranza desnaturalizaron–, y que afortunadamente ahora han recuperado toda su vigencia ampliando el imperio de las ideas y la permanente creatividad de los humanos.
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Nota del Traductor