La incesante carrera reformista en la que está inmersa la Argentina desde hace varias décadas, ha conducido al Código Penal a una suerte de camino sin retorno. Las cuestiones sociales más urgentes se pretenden solucionar acudiendo a la ley penal, sea creando más y más derecho punitivo, modificando figuras seculares, o bien endureciendo las penas de otras ya existentes. Este permanente renacimiento del punitivismo se vio alterado recientemente por la reforma de la ley 26.551, que impregnó el Título II del Código Penal.
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