El pintor James McNeill Whistler demandó al crítico de arte John Ruskin por haber descrito un cuadro suyo como un cubo de pintura arrojado al público, y el desarrollo del juicio fue insólito. Oscar Wilde fue demandado por el marqués de Queensberry con resultados más trágicos.
Y el poeta Swinburne, un hombrecillo pelirrojo y nervioso, alcanzaba tales niveles de paroxismo cuando leía su propia poesía que terminaba inconsciente. Estos tres personajes, victorianos muy poco eminentes, son los protagonistas de La aventura estética, uno de los más curiosos y humorísticos retratos de una época jamás escritos. William Gaunt recrea con su ingeniosísima pluma el final del siglo XIX y la rebelión artística que abrió camino al advenimiento de una nueva moral llamada decadente, pero de hecho bastante menos hipócrita que la victoriana. ¡Dios salve al arte!
ÍNDICE
Una mentalidad continental
El reclutamiento de fuerzas
Encamisados y descamisados
Un yanqui en la corte del rey Arturo
Poeta en frenesí
La llama, brillante como una piedra preciosa
Intensidad en el salón
Sociedad de café
La batalla
Las tribulaciones de un profeta
Una mariposa en el estrado
La época del rencor
Esteticismo rampante
Placeres: los serios y los otros
La debacle
La repercusión
EL final del final del siglo
La dificultad de llamarse Ernesto
Un personaje reformado
En los días del rey Eduardo
En el umbral de una nueva época
Conclusión
Fuentes y agradecimientos
Lista de ilustraciones
Índice onomástico