El rasgo constante de su carácter (de Joseph Marti) es lo más profundo y misterioso de él, lo que convierte a su costado innoble –su ceguera, su vanidad, su satisfacción consigo mismo- en algo irrelevante... Joseph no es religioso en ninguno de los sentidos habituales... pero es capaz de una profunda inmersión, casi animal, en la naturaleza y, a través de él, Walser puede expresar lo que constituye el corazón de este libro: la celebración de la maravilla de estar vivo.