Entonces viendo ya que no había peligro para nosotros y reconsiderándonos como hombres libres, empezamos a vivir con la mayor alegría posible, paseando y viendo sin nuestro guía todo aquello que había que ver en la ciudad y lugares cercanos; entablando conocimiento con las gentes de la región y no la de inferior calidad, en cuyo trato encontramos tal humanidad, tal franqueza y tanta benevolencia para acoger a los extranjeros, como si dijéramos, en su seno que casi olvidábamos todo lo que nos era querido en nuestras patrias. De continuo encontrábamos muchas cosas bien merecedoras de observar y relatar, pues desde luego, si hay en el mundo un espejo digno de cautivar los ojos de los mortales, es este país.
CONTENIDO
Prólogo. Regreso a Tyrambel, José Antonio
Nueva atalntida
Epílogo. Bensalem o el Museo de los Tiempos Posibles, Gonzalo Lizardo
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