En el colmo de la concentración de capitales el 1% de la humanidad (73 millones de superafortunados) posee hoy día el 50% de la riqueza total, mientras que la mitad de la población mundial (3.650 millones de personas) disponen de menos del 1%. Desproporción exorbitante, sin precedentes y éticamente injustificable. Y por lo que se refiere a la brecha entre países ricos y países pobres, aunque su explosión se remonta al período colonial, desde entonces se ha triplicado prácticamente para llegar a una proporción de 80 a 1.
La desigualdad perjudica al bienestar. Esta evidencia se prodiga ampliamente en bastantes estudios internacionales: la disparidad de renta, la asimetría patrimonial y la concentración de la riqueza generan sociedades menos prósperas, más vulnerables y menos sostenibles.
¿Cómo se forman estas disparidades? ¿Por qué el rendimiento del capital ha venido a suplantar a los ingresos del trabajo? ¿Cuánto pesan los mecanismos de redistribución frente a la desregulación, al acaparamiento de la privatización, a la liberalización comercial, a la concentración de activos y a la evasión fiscal? Existen algunas pistas políticas para revertir el crecimiento de las desigualdades.
CONTENIDO
Editorial
CAPITALISMO Y LUCHA CONTRA LAS DESIGUALDADES
EN ASIA, ÁFRICA Y AMÉRICA LATINA