Se necesitaba un narrador como Armando Silva para volver a escribir uno de 10 más icónicos cuentos de hadas, pero a la luz de contemporaneidad tecnológica de inicios de siglo XXI. La bella durmiente del bosque, originada en la tradición oral, con varias versiones escritas y musicales, coinciden todas ellas en que la hermosa princesa despierta cuando el príncipe la encuentra dormida en su castillo encantado y dándole un beso redentor todo el reino florece. Nada de ello es ajeno a esta Bella 2.0. Solo que esta nueva princesa, escrita para adultos, revela secretos ocultos del deseo femenino, escenificados en una nueva trama, donde en cambio de bosques hay clubes bombardeados, no hay castillos sino clínicas, no suenan las trompetas, sino los celulares, no hay versos sino fotografías, las noticias no llegan voz a voz sino por periódicos y TV, no hay reyes sino dueños de corporaciones y donde la bella ha de seducir inconsciente y con la cara tapada, justo su principal atractivo, para exacerbar aún más la loca pasión masculina. Tenemos entonces el mito de la bella revivido en todo su esplendor y furia por un experto en signos e imaginarios estéticos.