Un biólogo regresa a su ciudad natal después de pasar muchos años fuera del país. Regresa a su casipueblo, una ciudad atávica y conservadora de la que solía burlarse “para conjurar el estigma de haber nacido allí”. Pero el pasado, casi resuelto, casi irrecuperable, lo aguarda para devolverle el chiste. Lo esperan la casona familiar ahora ocupada por extraños, una exnovia coja con una inquietante oferta laboral, el fantasma de su hermano homosexual asesinado. Como en otras ficciones de Cárdenas, aquí el remolino de la historia se arroja sobre el protagonista, que en vez de ofrecer resistencia se deja encauzar, casi aletargado, por parajes que revelan las estructuras que dan forma al mundo contemporáneo: la religión, la industria, la política, la naturaleza. Y es en ese divagar, potenciado por una prosa precisa y orgánica, acogedora y misteriosa, que El diablo de provincias se afirma como una novela de aventuras que es, al tiempo, un provocador retorno a la semilla.