Della dejó de llorar y se limpio las mejillas con un trapo sucio. Se detuvo frente a la ventana y miró, aburrida, al gato gris que caminaba sobre el cercado gris de un grisáceo jardín. Mañana sería el día de Navidad y ella solo tenía un dólar con ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Ella había ahorrado cada penique durante meses, reuniendo lo que tenía ahora. No había mucha diferencia con los veinte dólares a la semana. Los gatos habían sido mayores de lo que ella había calculado. Siempre era así. Solo un dolor con ochenta y siete centavos para el regalo de Jim. Su Jim. Durante una hora estuvo pensando en algo especial para él. Algo peculiar e invaluable, algo que fuera valioso por el simple hecho de ser para Jim.