El asesinato del general Álvaro Obregón, en 1928, dejaba sin jefe visible a la facción político militar, y en la pugna por el poder surgió la candidatura civilista del ex ministro de Educación, Jose Vasconcelos. Además de otros sectores de la sociedad, los estudiantes universitarios se congregaron a su lado. Sin experiencia política ni dinero, contaban solamente con una doctrina no muy bien delineada y con un entusiasmo quizá desproporcionado. La labor inicial de proselitismo y de agitación creció progresivamente: de los arrabales de la capital paso a las plazas de provincia, y lo que al principio era un arranque lirico y una decidida fe en las personas se convirtió en conciencia de los problemas y en pasión por las instituciones.