Aunque un historiador y crítico como Giulio Carlo Argán prevé la posibilidad de la muerte del arte como valor permanente por afecto de la sociedad de consumo, en el marco de una grave crisis de la relación entre cultura y poder, y Arthur C. Danto proclama su desaparición como discurso como discurso excluyente, es claro que el arte no ha muerto. Por el contrario, la experiencia estética está más viva que nunca en esta “era de la imagen” y ofrece múltiples posibilidades de conocimiento y disfrute.
Pero son justamente los desarrollos conceptuales del problema de la “muerte del arte” los que permiten hoy replantear el debate acerca de las dimensiones decorativas implícitas en la creación artística, a diferencia de lo que ocurrió en el contexto de las vanguardias del siglo XX, cuando la presencia de todo ornamento fue rechazada como un delito y eliminada sistemáticamente en aras de valores teóricos y formales.
Este texto es un homenaje a la capacidad de disfrute estético del ser humano, a partir de la reivindicación de la belleza como cualidad, todo menos que anacrónica, de la obra de arte, pero sin caer en la tradicional identidad de arte y belleza. Lo que aquí se explora son las búsquedas del arte actual para volver a compartir los espacios de la cotidianidad, incluso más allá de los simples esquemas de lo bello. Contra los discursos reduccionistas de la Modernidad, que satanizaron gran parte de los valores estéticos construidos a lo largo de toda la historia humana, hoy de descubre que los umbrales entre lo artístico y lo decorativo, lo mismo que entre la reflexión estética y el gusto, son cada vez más porosos. Por eso, los artistas actuales se permiten exploraciones que los pueden llevar de un camino a otro, sin renunciar a sus poéticas fundamentales.
El arte contemporáneo por Danto, es un arte integrador de la diversidad, no excluyente como las vanguardias que a lo largo del siglo XX se afirmaron a partir de la negación recíproca. Ahora es posible reconocer la validez simultánea de todos los leguajes y, por eso es posible reconocer la validez simultánea de todos los leguajes y, por eso mismo, recuperar la riqueza estética de todas las dimensiones del arte.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA