La palabra que salva aparece en el libro que presentamos hoy, sin pretensiones de grandeza, solamente como refugio, como un intento de armar un pueblo en la virtualidad, de crear maneras de existencia, poder hablar de lo que, en cada piel, en cada poro ocurrÃa, de deshacernos y hacernos en el otro, de tomarnos fotos y videos para compartir la existencia, la carne, aunque fuera en la distancia, la necesidad de reÃr y llorar; lo que plasmamos es lo que queremos de este texto. Sentirlo desde diferentes afectos de lo que ha sido este recorrido, de los encuentros con autores, pero también con nosotros mismos, las capacidades de volcar los sentires en letras, en sentidos que no corresponden siempre a la elocuencia, pero que reflejan la resiliencia, el acto de insistir, de quebrarse, de formar nuevas densidades, otros pliegues.
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Igualmente, abordarnos desde el rigor de la escritura, de la lectura, de una acción pedagógica para nosotros y para los otros, pero desde una visión menos académica, que permita a los saberes instaurados viajar a otras sensibilidades, que nos permitan entender que el conocimiento debe pasar por la carne. Además, que el libro lo sentimos de todos como parte de un colectivo; escribir se volvió un acto liberador, por esta razón, cada uno de ese todo, aparece en algún lugar, construyendo las páginas de este ejercicio.