El discurso de los teólogos cristianos dio vida a un homo superstitiosus, justificando así un corpus de decenas de tratados y manuales, entre ellos la abundante literatura antisupersticiosa española producida entre mediados de los siglos XV y XVIII. El homo superstitiosus no fue sino un espejo más de los muchos existentes en la intolerante sociedad de la modernidad clásica. Pero aquel era un espejo muy particular: se trataba de un otro-entre-nosotros. De acuerdo con el modelo agustiniano, el homo catholicus podía en cualquier momento devenir homo supertitiosus. No se trataba, pues, de un sujeto estático, irredimible, construido de una vez y para siempre, como el hereje, el judío, la bruja. Con el modelo cristiano de superstición, la institución eclesiástica no pretendía imponer a los fieles tan sólo una ortodoxia: pretendía fundamentalmente imponer una ortopraxis, la cristianización de las disposiciones primarias frente a las carencias y adversidades del mundo cotidiano, la construcción de un habitus catholicus, una manera genuinamente cristiana de mover las piezas del juego.
Indice:
Palabras preliminares, por José Emilio Burucúa.
Agradecimientos.
Prefacio.
Capítulo Primero: El modelo cristiano de superstición.
Capítulo Segundo: Pensar la superstición.
Capítulo Tercero: Catálogo de supersticiones.
Capítulo Cuarto: Polémica en el seno del discurso antisupersticioso.
Capítulo Quinto: El sujeto del discurso antisupersticioso.
Capítulo Sexto: Los agentes de la lucha contra la superstición.
Apéndice del capítulo 6.
Capítulo Séptimo: Los mecanismos de aculturación en el discurso antisupersticioso.