Asistimos a un malestar de la democracia. No se trata de una impugnación de sus presupuestos lógicos o de la deslegitimación de sus valores, sino más bien de un malestar que nace de la inadecuación de la democracia, de sus instituciones, para mantener sus promesas, para estar a la altura de sus objetivos humanísticos, para otorgar a todos igual libertad, iguales derechos, igual dignidad.
A partir de estas constataciones, Carlo Galli rastrea en la propia genealogía de la democracia y en sus sucesivas teorizaciones -desde sus orígenes en la Grecia antigua hasta sus manifestaciones en la era global- las claves capaces de dar cuenta de sus paradojas, sus insuficiencias, sus contradicciones, de lo que hay en ella misma de dominio, en suma, de no democraticidad. El malestar de la democracia no es la incertidumbre que aparece cuando uno se ve obligado a elegir entre dos opciones diferentes. Es la insatisfacción que produce la democracia unida a la sospecha de que no existen alternativas, es una desorientación que corre el riesgo de convertirse en constante e insuperable, pero nunca en productiva. Es un malestar que va acompañado por la idea de que estamos siendo engañados, una idea típica del siglo XX que se extiende al siglo XXI. Y por ello se vuelve necesario un saber crítico y genealógico, que nos diga qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos temer y qué es lo que podemos esperar.
La perspectiva crítica desarrollada en este lúcido ensayo se propone también indicar qué es lo que merece ser rescatado. En contra tanto de la aceptación resignada del descontento como de las vías de escape basadas en la exacerbación del conflicto o en la fantasía populista de un pueblo simple y controlable, Galli propone convertir el malestar en la conciencia activa de que la democracia está inacabada porque es el esfuerzo constante por abrir y desarrollar el espacio político en el cual la humanidad aspira a vivir una vida ni aleatoria ni manipulada por otros.
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