La isla de Róbinson, novela histórica sobre Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar contiene un mensaje cifrado de esperanza, de esperanza en el espíritu de todo pedagogo, de todo maestro inquieto y curioso por los sucesos de su tiempo. “De poco servirán las batallas si no se cuentan como los hombres para hacer las repúblicas. No los vamos a encontrar en las calles sino que va hacerlo en la escuela”, decía Simón Rodríguez.
La pedagogía, según Simón Rodríguez, es el camino que permite cambiar pensamientos, actitudes y comportamientos, pero sobre todo conduce – cuando su objetivo es la libertad del sujeto – a que el pueblo sea quien decida su propio destino de organización y gobierno. “Las artes y las letras se aprenden. ¿Por qué no hemos de aprenderlas nosotros?”.
Simón Rodríguez no fue sólo el maestro del Libertador; fue además un pensador que luchó por hacer realidad sus ideas, que consideraba acordes con el proceso libertario de América: acordes y necesarias para que tal proceso llegara a feliz término, tal como él y Bolívar lo habían jurado en el Monte Sacro. “Enseñen y tendrán quien sea; eduquen y tendrán quien haga”, sentenciaba.