Esta breve historia internacional de Colombia busca contar cuál ha sido la relación del país con el mundo a partir de 1819, año en que se establece la independencia y el primer proyecto serio de república. A través de ejemplos y de fuentes documentales, la autora va tejiendo la tesis de que la historia colombiana ha sido muy cerrada. Durante el siglo XIX, Colombia estuvo mucho más abierta a influencias europeas, pero a partir de comienzos del siglo XX, con la separación de Panamá, fue convirtiéndose en un apéndice y en el principal aliado de los Estados Unidos en América Latina. El libro nos pasea por las diversas presidencias de ese siglo y sus decisiones con respecto a la política internacional. De fondo resulta claro que el país ha oscilado siempre, en el concurso internacional, entre lo excepcional para lo mejor y para lo peor y se ha resistido a abrirse al mundo y a su vecindario.
Es un cuerpo ensayo compuesto por muchas “originalidades”. La del lenguaje, fácil y lejano a los áridos textos académicos. La de la argumentación, desprendida de marcos teóricos y referencias lejanas, que llega a aproximarse al humor y la ironía. Y sobre todo, la de los puntos de vista, Fiel al estilo de su autora, es poco a nada predecible y más bien sorprende y hasta puede llegar a ser provocador. Como cuando afirma, por ejemplo, que esa condición tan reconocida del talante nacional, el parroquialismo y la falta de una mirada hacia el resto del mundo –vivir encerrados y mirar siempre hacia adentro o, como decía López Michelsen, ser el “Tibet suramericano”– no es un asunto del azar, ni un defecto de la naturaleza, sino una construcción deliberada de las elites como mecanismo para ejercer control. – Rodrigo Pardo
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Nota al lector