
Si bien en sentido lato puede hacerse referencia al municipio de la época primitiva -el formado por la agrupación de familias y dotado de relaciones e intereses comunes-, es en la antigua Roma donde aparece el tipo de municipio cuyas características corresponden al conocido después en los países civilizados.
El municipio romano constituyo una sociedad política diferenciada del Estado, del cual era su base y fundamento. En sentido etimológico (de munere o munia, función o cargo y capere, tomar, tener), denotaba “posesión de función” o quizás, también, el poder de tomar por la mano las contribuciones exigibles a los individuos para el cumplimiento de las funciones adscritas a la institución municipal.
Con características propias, el municipio surge del siglo V antes de la era cristiana, con el impulso avasallador de los romanos, como “hijo de la conquista y la anexión y entidad dependiente de un poder superior”. Pero solo en la época de Augusto, extendida la ciudadanía a todos los hombres libres, los cargos públicos adquieren decidida importancia y el municipio empieza a vivir su proceso de identificación, aunque perturbado por las cargas tributarias y las amenazas de la invasión de los barbaros.
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