En estas páginas se encontrará la trayectoria de Bucaramanga desde su modestísimo origen de Real de Minas del Río de Oro. En la frontera de los guanes con otros pueblos aborígenes, su “sabana de los caracoles” se destinaba a asiento de indios y negros extractores de oro en las vecindades. Nada hacía presagiar que con el transcurso de los años se convirtiera en estrella irradiante.
A grandes rasgos, ésta es la florecida y floreciente Bucaramanga, divertida y compacta, en el umbral del siglo XXI. Moderna y de anchas avenidas en las cabeceras de su solar tradicional, con reminiscencias de su pasado en las calles estrechas que sobreviven a la piqueta demoledora. Rancia y antigua en el bello rincón colonial de Girón, circuido de novísimas viviendas. Reciente en los desarrollos vertiginosos en torno de los asentamientos promigenios de la risueña Foridablanca y de la blasonada Piedecuesta cuya severidad endulza sus cañaverales.
No tan sólo una ciudad ni un municipio. Una densa área metropolitana proyectada al porvenir, a donde fluye otra corriente migratoria: la que arranca del Cesar y de la ribera del Magdalena.