
La que estamos presenciando hoy es la mercantilización directa de nuestras experiencias: en el mercado compramos cada vez menos productos (objetos materiales) que queremos poseer, y adquirimos cada vez más experiencias de vida –experiencias de sexo, gastronomía, comunicación, consumo cultural, que forman parte de un estilo de vida-.
No compramos productos por su utilizad ni tampoco como símbolos de estatus, los compramos para obtener la experiencia que nos brindan, los consumimos para hacer que nuestra vida sea más placentera y significativa.
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¿dónde está el omelet?