La agudización del conflicto político militar colombiano entre 1978 y 2010 exigió momentos de tregua y negociación. En ellos, los actores del conflicto hablaron, desde 1984, por medio de comisiones de notables; luego, con el apoyo de países amigos, desde 1989; después, las guerrillas reinsertadas participaron en la Constituyente de 1991 para construir un nuevo pacto social; más tarde, en 1998, se reunieron representantes de la sociedad civil –en realidad, de gremios y políticos de diversas tendencias- con una de las guerrillas en un país extranjero; y, por último, entre 1999 y 2002, hubo un intento de diálogo nacional en el que participaron organizaciones –universidades, cooperativas-, y actores sociales – mujeres, niños, artistas-. Este proceso indica que las negociaciones han ido siendo cada vez más incluyentes, pero poco se ha escuchado en ellas la voz de los habitantes de las zonas afectadas por el conflicto.
Tales desconocimientos, silencios, estigmas, nos exigieron ocuparnos de los impactos de la guerra colombiana en los tejidos comunicativos cotidianos y de las respuestas que los pobladores dieron a los mismos, en el periodo que va entre el Estatuto de Seguridad del gobierno Turbay y la política de Seguridad Democrática del gobierno Uribe. Pero, también, en unos años en los que las nuevas tecnologías de la comunicación y la información se expandieron en el país y suscitaron nuevos modos de relacionarse.
Para enfrentar estos interrogantes, elegimos territorios estratégicos en la historia del país y no suficientemente investigados: los territorios nasa, la zona de colonización antioqueña, el piedemonte amazónico. Es reconfortante que en la mayoría de las respuestas haya habido una exploración de los más diversos lenguajes, géneros, medios y oportunidades, para conseguir expresar la dimensión de su dolor pero también el reclamo de dignidad. Este narrar en colectivo los eventos traumáticos para intentar sanarse, el crear espacios y monumentos que impidan olvidar, y que sirven para apostar por democracia local, surgieron –en especial- donde hubo luchas previas por el acceso a tierra, carreteras, créditos, salud, educación, energía. Asimismo, donde hubo organizaciones de base que consolidaron identidades y propusieron políticas de la memoria.