El contenido del presente trabajo sugiere que, en la reflexión contemporánea sobre la sociedad, no existe un camino directo entre poder y violencia. Colombia, escenario de guerra desde su misma gestación histórica, donde el poder ha sido entendido como dominación y fuerza, está llamada a interpretar el poder como concertación política generada a partir de la discusión, como capacidad que permite llegar a acuerdos.
No podemos caer en el juego diabólico que nos muestra que la dominación suprime toda palabra, todo lenguaje, pues el silencio al que lleva la violencia y la guerra es preciso romperlo con la recuperación del espacio público, para que el hombre contemporáneo, a través de él, logre el escenario para ser más plenamente humano, para conciliar, pactar, hacer alianzas. En otras palabras, debemos retomar la palabra para generar el espacio de discusión donde se confronten todas las diferencias y los múltiples puntos de vista propios del poder político.